Esta vez no os quiero contar una emitología, aunque su origen es sin duda similar. Quiero contaros lo que sucede cuando un profesor de lengua que ama su trabajo le pregunta a un niño qué adjetivos utilizaría para describir las flores. Puede suceder, como en este caso, que el niño, Matteo, responda «petalosas». El noventa y nueve por ciento de los profesores habría respondido al niño que la palabra «petalosa» no existe y habría quizá cedido la palabra a otro que habría respondido «bonitas» o algo así. En cambio esta profesora, Margherita Aurora (el nombre ya prometía), entendió que, efectivamente, una flor puede ser «petalosa», así que decidió enviar la palabra a la Accademia della Crusca, casi el equivalente de nuestra Real Academia Española de la Lengua.
La respuesta de la Crusca ha sido la siguiente (la palabra «flor» en italiano es masculina, «fiore»):
«Querido Matteo,
La palabra que has inventado es una palabra bien construida y que se podría usar en italiano así como se usan palabras formadas del mismo modo.
Tú has juntado «pétalo» con «oso» y has obtenido «petaloso»: «lleno de pétalos, con muchos pétalos».
Del mismo modo tenemos en italiano:
– «Pelo» + «oso»: «peloso», lleno de pelos, con muchos pelos.
– «Coraggio» + «oso»: «coraggioso», lleno de coraje, con mucho coraje [«valiente»].
Tu palabra es bonita y clara, pero ¿sabes cómo consigue entrar una palabra en un vocabulario? Una palabra nueva no entra en el vocabulario cuando alguien la inventa, aunque sea una palabra «bella» y útil. Para que entre en el vocabulario, en efecto, hace falta que la palabra no sea sólo conocida y utilizada por la persona que la ha inventado, sino que la usen muchas personas y que muchas personas la entiendan. Si consigues difundir tu palabra entre muchas personas y muchas personas en Italia empiezan a decir «¡cómo es petalosa esta flor!» o, como sugieres tú, «las margaritas son flores petalosas mientras las amapolas no son muy petalosas», entonces petalosa se habrá convertido en una palabra en italiano, porque los italianos la conocerán y la usarán. Llegados a ese punto, quien escribe diccionarios introducirá la nueva palabra con las otras y explicará su significado.
Es así que funciona: no son los estudiosos, los que hacen los vocabularios, los que deciden qué palabras nuevas son bonitas o feas, útiles o inútiles. Cuando una palabra nueva está en boca de todos (o de muchos), entonces el estudioso entiende que esa palabra se ha convertido en una palabra como las otras y la mete en el vocabulario.
Espero que esta respuesta te haya sido útil y te sugiero una última cosa: un bonito libro llamado «Drilla», escrito por Andrew Clemens. Léelo, quizá junto a tus compañeros y a tu maestra, cuenta una historia como la tuya, la historia de un niño que inventa una palabra e intenta que entre en el vocabulario.
Gracias por habernos escrito,
Un cordial saludo a ti y a tu maestra,
Maria Cristina Torchia
Redacción de Consultas Lingüísticas
Accademia della Crusca «
Esta historia ha sido publicada en Facebook por la maestra y está circulando desde hace algunos días. No podía no contarla…